Tengo este cántaro roto, lleno con todo lo que ha ardido en brazos. Aprendí a no tambalearme ante incrédulos, a disimular el calambre en el momento exacto de la huída. Tengo este cántaro roto y tres meses, el agua que hervía en él fue vaciada en mi frente. La quemadura no vino al instante, nunca viene al instante, tuve que hallarla en unas manos que se expandían como una ballena en la costa, se expandían hasta alcanzar una orilla nunca mía, nunca mi orilla, nunca. Mi cántaro sal, mi cántaro canto nocturno, canto monstruo marino, canto sol. En él irradia la luz del mundo pero se difumina ante mis ojos. Ha de calmar la sed de quienes, solos, me han perdonado. Allá mi cántaro y aquí mis costras.

Cómo llenarlo con cal.
Cómo seguir buscándolo.

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